Viajar va mucho más allá de mirar un plano de una ciudad, marcar los monumentos principales y visitarlos en tiempo récord. Eso es turismo y sí, forma parte de viajar, pero viajar puede ser un profundo viaje (valga la redundancia) hacia tu interior, para conocer otras culturas, descubrir que lo nuestro no es lo único, que hay tantos puntos de vista distintos como personas hay en la tierra, que hay tantos paisajes diferentes que no te puedes ni imaginar…

Viajar aprieta algún botón en nuestro cerebro que hace que dejemos por un tiempo nuestros problemas a un lado y nos centremos en el presente.

Salir de la zona de confort a menudo nos asusta pero la mayoría de las veces que salimos de ella tiene resultados sorprendentemente positivos y aprendemos de esas experiencias.

Cualquier viaje suma, no hace falta que sea excesivamente lejos o durante mucho tiempo. Está claro que las experiencias más lejanas o duraderas en el tiempo conllevan mayor inseguridad porque tendemos a controlar menos lo que vamos a encontrar, pero todo viaje que te aleje de tu rutina es una desconexión mental y emocional que merece la pena vivir.

Viajar te vuelve más tolerante y empático/a

No hace falta viajar al lejano oriente para conocer a gente muy distinta a ti y con una estructura mental y cultural diferente a la que has conocido toda tu vida. Cuantas más culturas distintas conozcas y experimentes, más se abrirá tu mente y por tanto sentirás mucha más empatía y tolerancia hacia los demás.



Un gran error del ser humano es pensar que lo nuestro es lo bueno y lo de los demás es erróneo. Compartir experiencias con gente de cualquier parte del mundo te cambia totalmente tu forma de ver al resto de personas y con el tiempo identificas mucho más fácil a la gente cerrada de mente.

Mejora tu autoestima y bienestar emocional

Llegar a un lugar desconocido, solo/a, sin saber el idioma ni la cultura y tener que afrontar desafíos sin saber si vas a conseguirlos puede ser estresante de primeras, sobre todo si te paras a pensarlo antes de ir. Pero una vez que vas consiguiendo cada día superar retos, por pequeños que sean, en un lugar desconocido, tu autoestima va creciendo.

No sabías si ibas a ser capaz de hacerte entender en la embajada o en la oficina burocrática de turno para conseguir un documento, y oye, al final lo has logrado. O cuando estabas en un momento de mucho apuro porque no sabías cómo llegar a tal sitio a tiempo, un desconocido te ha ofrecido ayuda y te has sentido genial al dejarte ayudar.

Toda experiencia es un aprendizaje y lo bueno de los viajes es que están irremediablemente cargados de experiencias.Furgoneta

Mejora tu amplitud para afrontar problemas

Tomar distancia de tu vida diaria te ayuda a ver tus problemas desde una dimensión distinta. A menudo, tras realizar un viaje, tiendes a valorar más lo que tienes y a quejarte menos por tu situación, lo que de nuevo conduce a un bienestar emocional.

Ver otras culturas en las que la gente es feliz a pesar de tener mucho menos de lo que tienes tú te cambia el chip respecto al consumismo y la necesidad de almacenar bienes materiales pensando que te van a hacer feliz.

Aumenta tu felicidad

Del anterior punto pasamos inevitablemente a este: si somos capaces de ver nuestra vida con otra perspectiva, valorándonos a nosotros mismos independientemente de los bienes materiales que poseamos, estaremos mucho más satisfechos.

El sentimiento de felicidad se encuentra en el conjunto de experiencias y recuerdos vividos, y los viajes son un cúmulo de ambos.

Parece que cuando estás de viaje te duele menos aquí y allí o no te pones tanto enfermo. Mmm da que pensar. Salir de la rutina, enfrentarte a novedades cada día, ver sitios y personas nuevas, cambiar pautas de comportamiento y alimentación… todo contribuye a que el cerebro no se estanque y sea más creativo y plástico.

Incluso hay estudios que vinculan viajar con la longevidad. La novedad, la variedad y el desafío estimulan el cerebro, que es capaz de crear nuevas conexiones cerebrales e incluso nuevas neuronas.

Te aleja del miedo y de las inseguridades

Salir de viaje es como tirarte a una piscina, es salir de tu zona de confort, de tu zona segura en la que «controlas todo». De repente no controlas nada, todo es nuevo, diferente, atrevido… y está bien. Te das cuenta de que son más peligrosos los miedos que te generas tú solo en tu cabeza que lo que luego en realidad descubres en un viaje.

Reduce el estrés

Siempre es buen momento para desconectar un tiempo y dedicarte a ti. Tanto si dispones de apenas dos días como si tienes la oportunidad de tomarte un año sabático, aprovecha la oportunidad para viajar. De forma natural el estrés se reducirá, de viaje no tienes tiempo de estresarte, ¿para qué? ;)

Recuerdos

Y no hace falta gastar grandes cantidades de dinero para viajar, los viajes más plenos para el espíritu suelen ser a los que llevas una mochila y ganas de conocer mundo. Siempre hay alojamientos económicos con menos lujos o proyectos donde puedes intercambiar alojamiento y comida a cambio de trabajar unas horas, como Helpx. Es una muy buena oportunidad para conocer más de cerca a la gente de la zona y el idioma.

No importa mayor o joven, con niños o sin niños, viajar siempre es una experiencia enriquecedora y beneficiosa para la mente y el espíritu.